Fuentes de agua: ¿por qué funcionan?
Las fuentes de agua recrean un patrón de la naturaleza difícil de hallar en las
ciudades.
Nos recuerdan esas deliciosas escapadas a la montaña, o al campo, cuando en
nuestra travesía nos encontrábamos con un cauce de agua natural: un arroyo, una
cascada, el río… ¡Que remanso, que paz, encontrábamos en esos lugares llenos de
vida!
Estos cauces naturales influyen notablemente sobre la ionización del aire, de ahí la
sensación de frescura y bienestar con que los asociamos. Crean un ambiente iónico
negativo, que paradójicamente es altamente beneficioso para la salud.
Por el contrario, en la mayoría de los ambientes urbanos actuales encontramos un
predominio de cargas positivas. Una permanencia prolongada en un ambiente iónico
positivo debilita a las personas y al resto de los seres vivos, disminuye las defensas
inmunológicas, dificulta la circulación sanguínea, genera ansiedad y estrés, y suele
acarrear problemas respiratorios.
Una fuente de agua es una buena inversión para el estar o la oficina, son lindas, el
sonido del agua fluyendo transmite tranquilidad a la vez que purifican el aire. En la
Domoterapia o el Feng Shui se usan para corregir ciertos desequilibrios. El mercado
ofrece una gran variedad de modelos, con diferentes diseños, tamaños y materiales.
Las mejores son las fuentes de agua artesanales, realizadas en piedra tallada, cuyo
efecto simula al de la cascada (el ionizador natural más poderoso), donde el agua
choca con la piedra.